El sentimiento de culpa forma parte de una de las emociones que experimenta el ser humano. Solemos catalogarla cómo negativa basándonos en cómo nos hace sentir, aunque también tiene su función adaptativa.
Todas las emociones “negativas” poseen un cometido y nos ayudan a avanzar.
Por ejemplo, la tristeza nos permite superar pérdidas, desilusiones o fracasos. El enfado, nos moviliza frente a situaciones que consideramos injustas y nos proporciona energía para hacerle frente y el miedo nos permite prepararnos para la acción y luchar o huir de una amenaza del medio externo. Pero, ¿Y el sentimiento de culpa?
“Proponte disfrutar de todo lo que tienes, sabiendo que eres merecedor de todas las cosas buenas de la vida. Deshazte de las culpas falsas. Sólo eres responsable de tus decisiones, no de las ajenas.” Bernardo Stamateas.
La culpa, es un conjunto de emociones que experimentamos de forma negativa o que percibimos como desagradable. Nos genera malestar en forma de vergüenza, frustración, tristeza, enfado con uno mismo…
Pero el sentimiento de culpa también cumple con una función al igual que el resto de las emociones. Nos ayuda a tomar conciencia del daño que hemos causado, regula nuestro comportamiento y nos moviliza a buscar conductas de reparación.
Pongamos por ejemplo que has quedado en ir a buscar a los niños al colegio pero que te has distraído viendo la televisión y no llegas a tiempo. Entonces, llamas a tu pareja que tiene una reunión muy importante con un cliente que acaba perdiendo al presentarse media hora más tarde. En este caso, puedes sentirte culpable puesto que era tu responsabilidad recoger a los niños. Reflexionas sobre lo sucedido y decides hablar con tu pareja para disculparte.
Seguramente, te sentirás mal por la situación. Esto ocurre puesto que has trasgredido tus normas o principios morales e intentarás que esta situación no vuelva a repetirse. Incluso si pudieses reparar el daño causado lo harías. Aprendes de lo sucedido, de tus equivocaciones o fallos y esto en esencia te ayuda a crecer y desarrollarte de una forma sana.
Sin embargo, el problema se presenta cuando estas emociones que en principio son positivas se convierten por su excesiva frecuencia, intensidad o duración en desadaptativas, llegando a influir en nuestro bienestar personal. Cuando este sentimiento se mantiene en el tiempo nos inmoviliza, nos impide avanzar y quedamos estancados en el pasado. Es aquí, cuando deja de ser adaptativa y se convierte en un lastre para la persona.
“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.” Oscar Wilde
Imaginemos que hoy nos toca llevar a nuestro hijo al colegio, sin embargo queremos aprovechar para finalizar un trabajo y lo enviamos en el autobús escolar. Este tiene un accidente y nuestro hijo lamentablemente fallece. En estas circunstancias comienzas a sentirte culpable con pensamientos como “y si no me hubiese quedado en casa”, “y si lo hubiese llevado yo al colegio”, “la culpa es mía por enviarlo en el autobús”. En este caso, te estás culpando de una situación de la que no eres responsable. Si ya es difícil perder a un hijo más difícil es tener todo ese dolor dentro y además sentirnos culpables. Es bajo estas circunstancias cuándo la culpa se convierte en un autocastigo, en algo punitivo que nos repetimos a nosotros mismos y que nos afecta perpetuando nuestro dolor.
Este tipo de culpa no es reparable y nos lleva por la senda de los remordimientos, la vergüenza, el autocastigo y finalmente la depresión. Nos impide avanzar y nos mantiene encadenados al pasado dificultando que tomemos conciencia de la realidad de los acontecimientos.
¿Y qué ocurre cuándo la culpa es impuesta?
A veces, otras personas nos hacen sentir culpables. En este caso, la culpa es empleada como una forma de chantaje emocional para conseguir la sumisión de tu persona. Frases tales cómo “eres un egoísta”, “tenía otro concepto de ti”, “me has defraudado” pueden generar en nosotros una sensación profunda de malestar emocional. Debemos ser capaces de detectar estas situaciones. Ten en cuenta que una persona que intenta culparte no asume sus responsabilidades.
“La culpa es uno de los sentimientos más negativos que puede tener el ser humano y, al mismo tiempo, una de las maneras más utilizadas para manipular a los otros.” Bernardo Stamateas.
¿Cómo puede afectarme el sentimiento de culpa?
La culpa nos provoca sensaciones similares a la tristeza. Sentimos angustia, malestares estomacales, irritabilidad o nerviosismo, problemas de sueño etc. Menoscaba nuestra autoestima mediante la forma de autoreproches y pensamientos destructivos de forma recurrente.
¿Pero, cómo funciona la culpa?
Cuando ocurre un acontecimiento este puede generarnos una culpa real como en el caso de quedarnos distraídos con el televisor o imaginaria cómo el sentirnos responsables del fallecimiento de nuestro hijo. Es en este momento cuando realizamos una autovaloración de lo ocurrido. Si considero que no he actuado de la forma correcta, entonces aparecerá la emoción negativa y por lo tanto el remordimiento y la culpa.
“Desde el momento en que un obstáculo bloquea tu sueño y afirmas que no tienes capacidad para llevarlo a cabo, vives con culpa.” Bernardo Stamateas.
Si me siento culpable por algo que he hecho (“no debí permitir que le hablase de esa forma a nuestro padre”) es más fácil su superación y la reparación. Sin embargo, cuando la culpa es intrínseca o se corresponde con pensamientos del tipo ( “soy un desastre”, “ yo tengo la culpa de que muriese”…) entonces no permitirá la reparación y nos llevara por el camino de la depresión, el aislamiento o emplear estrategias de afrontamiento inadecuadas que enmascaran de forma temporal nuestro malestar.
¿Qué puedo hacer con este sentimiento de culpa que siento?
Cómo aludíamos anteriormente, hay situaciones imaginarias en las que nos sentimos culpables de haber hecho un daño cuando no somos responsables y situaciones en las que por ejemplo por una imprudencia si pueden suscitar culpa.
Cómo comentábamos antes la culpa desadaptativa nos impide buscar soluciones para reparar el daño causado. Seguro te preguntarás y ¿Cuándo no hay una solución y soy responsable de lo sucedido? Incluso bajo estas circunstancias siempre habrá algo que puedas hacer. Quizás no puedas reparar tu daño de forma directa pues es irreversible y no tenemos una varita mágica para modificar el pasado. Sin embargo si puedes repararlo de forma indirecta. Pongamos por ejemplo, que cometiste un acto imprudente cuando conducías bajo los efectos del alcohol y tuviste aquel accidente. Quizás no puedas ayudar a aquel conductor a volver a caminar. Eres responsable de ello, sin embargo puedes ayudar a otros jóvenes a concienciarse acerca de las consecuencias del consumo de alcohol y la conducción o quizás puedas participar ayudando en ONG´S, fundaciones o colegios.
Y si me siento culpable y puedo reparar la situación ¿Cómo lo hago?
Lo primero ante todo es recapacitar acerca de nuestra forma de actuar. Ser consciente de que hemos fallado permite asumir la responsabilidad de la situación. Pedir disculpas ayuda a la otra persona a ver que reconoces tus errores pero también te ayuda a ti mismo a reconciliarte con tus valores y creencias morales. Sin embargo, nuestras acciones no solamente pueden quedar en un acto de disculpa, puesto que un verdadero arrepentimiento implica la búsqueda de compensación o lo que es lo mismo emprender acciones que nos permitan reparar la situación que hemos causado y reconciliarnos con nosotros mismos asumiendo una mayor responsabilidad ante decisiones futuras.
Por lo tanto, la culpa no te va ayudar a cambiar el pasado. Quedar estancado en lo que pudo haber sido detendrá tu presente y te obstaculizará para examinar lo que realmente está pasando en el aquí y ahora.
“El sentimiento de culpa es parte fundamental del capital de emociones humanas, pero su función debe ser la reflexión, la modificación de conductas personales y sociales, pero para nada constituirse en un freno de la dinámica vital.” Franz Kafka.
Las emociones viajan con nosotros a través de nuestro tren interior. La forma en la que sentimos, determinará nuestro comportamiento y muchas de las decisiones que tomemos. Puede ser doloroso explorar lo que nos detiene y nos causa malestar, pero en nosotros está el terminar de una vez por todas con ese sentimiento o coger una y otra vez ese tren de regreso al pasado y sentarnos con los mismos pasajeros de nombre autoreproche, desasosiego, remordimiento o tristeza. Recuerda que tú puedes elegir el destino y los acompañantes de tu tren interior.