El bullying consiste en el maltrato psicológico, verbal o físico que se produce en el aula o a través de las redes sociales. En la práctica es un patrón de hostigamiento, reiterado y mantenido en el tiempo por parte de una persona o grupo hacia un escolar.
En los últimos años vemos un crecimiento en estas conductas. Por un lado; los cambios en los modelos de comunicación con las redes sociales hacen que la exposición al grupo acosador por parte del acosado sea virtualmente permanente. Por otro; somos más conscientes de que este problema existe, hemos dejado de ver la situación como “cosas de niños” y aceptamos que es un problema que merece toda nuestra atención.
Si preguntamos a un grupo de personas si alguna vez ha sido testigo de bullying es probable que en torno al 90% de las personas digan que han presenciado, participado o sido víctimas de acoso escolar. Según datos de Save the Children 1 de cada 10 niños afirman haber sufrido bullying y cerca del 7% han sufrido acoso en las redes.
Las consecuencias de estos comportamientos nos llevan a observar efectos de estrés postraumático en jóvenes y conductas autolesivas llegando incluso al suicidio. Algunas series como “Por 13 Razones” analizan esta situación desde su complejidad. Vemos que el bullying no viene sólo de «personas malas» que buscan hacer daño.
En ocasiones el daño proviene de gente que mantiene el silencio, que eligen no ayudar o que no entienden cómo podrían ayudar. En última instancia el daño viene por callar las cosas buenas que a veces podríamos decir de los demás.
Mitos del Bullying
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- «Enfrentarse/pelear con el agresor». Mito arraigado por antonomasia. Sí, se debe confrontar la situación y debe buscarse una solución pero esta no pasa por un enfrentamiento directo. Solucionar una agresión con otra agresión lleva a encadenar esas mismas respuestas prolongando el conflicto.
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- «Ignorar al acosador». Asumir que la conducta desaparecerá simplemente por “hacer como si no pasara nada”. Este comportamiento puede elevar la hostilidad del agresor haciéndole pensar que simplemente no está presionando lo suficiente al acosado.
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- «A todos nos ha pasado y todos lo superamos». Minimizar la importancia o las consecuencias supone uno de los mayores riesgos. En esa idea hacemos sentir al niño que el problema es suyo, que no es capaz de superar esa situación como han hecho los demás. Al igual que ignorar al acosador no resulta, ignorar el daño tampoco funciona. Debemos aceptar que hemos sido dañados y se requiere tiempo, sí, pero también actuar para recuperarnos.
- «Si la víctima le dice a un adulto que le están acosando es un chivato». Tomar conciencia de que se encuentra en una situación en la que necesita ayuda es un acto de valor y de autoconocimiento. Ideas como estas fomentan el culpabilizarse y sentirse desatendido.
- «Es una cuestión de chicos». El bullying no entiende de género. Estudio tras estudio indican que cada vez son menos las diferencias entre chicos y chicas.
Luchando contra el Bullying
Trabajar la autoestima y evitar las sobreprotecciones innecesarias. Desprendernos de conductas derivadas de los mitos comentados anteriormente. Luchar activamente por confrontar las situaciones desde la asertividad y con inteligencia emocional aumentando la resiliencia. Aprender que no sólo las agresiones físicas tienen impacto y que como miembros de comunidades que somos el daño que provocamos a los demás es un daño hacia nosotros mismos.
Algunos artículos como el de Foody y Muthanna también nos recomiendan la práctica de mindfulness desde edades tempranas. Vincular de manera más activa técnicas que promueven la salud mental conjuntamente con los programas establecidos a nivel educativo. Estas recomendaciones persiguen dos objetivos; solventar los problemas derivados del bullying y también ayudar a que los niños que acosan entiendan mejor su comportamiento y, de esta manera, se pueda evitar el acoso escolar.
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